Entrada destacada

La poesía romántica. 2.0

martes, 25 de marzo de 2014

El cuerpo como tema poético en fotografía.


Como no bebo y necesito olvidar, me pongo a pensar en las noticias de ayer y me encuentro que hay una exposición del fotógrafo Robert Mapplethorpe y ya tengo cuerda para un rato. La exposición tiene un hilo conductor y es su referencia a Rodin, otro gran explorador del cuerpo humano. De eso voy a a hablar hoy.
El hombre, su entidad física, no ha aparecido como tema artístico hasta hace bien poco. Ni los griegos ni los romanos, que esculpían cuerpos hermosísimos, lo hacían por el placer de hacerlo sin más. Su significado, lo que ellos representaban, iba más allá de la perfección técnica y el dominio de la anatomía que iban adquiriendo. El auge del retrato, que va de la mano con el auge de la burguesía, tampoco lo fue. Se pensaba en representar al hombre como algo que reflejara la posición social del personaje. Y por ello pongo este retrato de George Gisze de Hans Holbein, el joven, de 1532  que, además de un espléndido ejemplo de lo que quiero decir (aparece rodeado de un montón de objetos que le identifican como un burgués lleno de dinero pero trabajador. Si fijamos bien la vista, encontramos unas leyendas en las que certifica que así era él a esa edad, para que supiéramos que no hay idealización posible y que la realidad estaba por encima de todo), me encanta.


Un poquito más adelante ya observamos el gusto por captar el interior: pensamientos, sentimientos, la personalidad, el pathos, es decir, lo que el hombre ocultaba tras esa cárcel de huesos y piel.  Eso es lo que uno capta cuando ve el retrato de Inocencio X realizado por Velázquez en 1549-50. Eso lo entendió él mismo cuando se vio retratado, según la leyenda, o Bacon cuando realiza su propia interpretación de la obra.

Pero esto no es lo que realiza Mapplethorpe en sus fotografías. Él está en el camino del cuerpo humano como ensayo, como un poco de barro que hay que dar forma para que adquiera una entidad. Entonces puede pasar a ser fotografiado. La belleza de los miembros o del torso o de una forma creada por el conjunto de lo que nos sujeta, que es EL CUERPO HUMANO, así, con mayúsculas.

En el nacimiento de la fotografía Daguerre y Nadar buscaron en los cajones del interior del personaje como acabamos de ver, en momentos en los que hacer una foto duraba una eternidad. La conexión con el retratado, que no era fácil entonces, tuvo que ser necesaria para poder llegar a expresar en una foto toda una experiencia vital como la que vemos en  Eugene Delacroix. Con la mano en el interior del chaleco, como eran plasmados los grandes personajes en la pintura (habéis de saber que las manos encarecían el retrato si se pintaban), nos transmite una personalidad que es como su obra: fuerte, convulsa, llena de vida.


Cuando veo este anuncio de Loewe no dejo de pensar en que la inspiración pudo ser perfectamente este tipo de retrato que nos deja un personaje altivo y seguro de sí mismo, curtido por el arte y en el saber.


Cecil Beaton tampoco es lo que parece. No busca experimentar con el cuerpo, retrata a las famosas de la época de la misma manera como lo haría un pintor clásico, idealizándolo, buscando la belleza a la manera en la que Julia M. Cameron (otra pionera fotógrafa de retratos) lo había hecho. Sus fotografías son bellísimas pero frías pone distancia entre el objeto y el espectador. 

Cuando vemos la obra de Beaton nos invade una sensación de perfección que nos atrapa, la misma que no nos suelta cuando contemplamos el busto de Nefertiti. Pero en ambas las reinas de la belleza, las diosas están en otro universo y no es este, desde luego que no. Lo que Nadar y Beaton tienen en común es la idea de que el fotógrafo es un ojo que capta ese interior, esa belleza pero no conocemos la personalidad de el autor. Podría decirse que actúa de "narrador omnisciente pero objetivo", que desaparece para que la importancia la tenga su obra.

Henry Cartier Bresson realiza fotografías intentando ser el ojo que capta el momento único. La mujer saltando bajo la lluvia, el beso de los enamorados. Parece realidad, y lo es, pero un tanto idealizada. Busca,  encuentra y coloca para que sea así y sorprenda. En los retratos hay tres cuartos de lo  mismo. Me gusta esta fotografía de Giacometti porque da vueltas a presentar lo que debe captar de él. Más allá de su interior, más allá de su posición social o de su trabajo. Pretende representar el momento en el que obra y autor se fusionan gracias a un "deus ex machina", en este caso él mismo.

Así además de los retratados, de esos personajes (que no son cuerpos aunque los tengan) también se retrata el fotógrafo. Vemos su intención y su maravilla al elegir "el tema", a la manera en la que los escultores lo hacían. 

En esta línea está Annie Leibovitz, que aparece detrás de cada fotografía suya. La interpretación del personaje es su exploración. Bien es verdad que hay algunos que le sugieren más que otros. A mí me gusta este retrato de Meryl Streep. No hay belleza a la manera de Beaton, ni aspecto psicológico. Se ve a Annie interpretando a Meryl. "Esto es lo que yo veo de ti". Y da la casualidad de que yo también lo veo. la versatilidad, su capacidad para ser una y todas, su cara pintada de blanco mimo y la piel de plastilina que da igual que sea la mujer de un teniente francés, una madre separada de un hijo, un ama de casa enamorada o una escritora con casita en África. Pero se sigue sin experimentar con el cuerpo.


Gran trabajador del cuerpo fue Marcel Marceau, al que tuve la grandísima suerte de ver, en primera fila, ya mayor pero lleno de fuerza expresiva. En esta foto de 1970, por lo tanto anterior a la de Meryl podemos observar el parecido. La diferencia es que Marcel sólo interpretaba un único papel, el de Bip, que era un ser un poco triste, y la camaleónica actriz puede ponerse en la piel de cualquiera. y con el acento que quiera.
Claude Cahun experimenta sobre él mismo. Se traviste, se disfraza, se coloca delante y detrás de la cámara (o del espejo) para hacer de él su tema más interesante. Es una reflexión de sí, tal y como digo yo que son los poetas renacentistas con Petrarca a la cabeza. No es un canto a la amada, es un canto así mismo enamorado. Aunque nos acercamos al tema de hoy, todavía no lo es. Porque no se trata del cuerpo, en sentido general, sino de "su" cuerpo, de sus límites y variantes.

Es lo que ocurre con Yasumasa Morimura o Cindy Sherman, que detrás de todas sus interpretaciones de obras de arte hay un trabajo con ellos mismos. ¿Hasta dónde se puede llegar? Hasta la falsedad de la utilización de postizos, maquillajes y trucos de plástico que nos crean la ilusión de una obra de arte, pero de todo a cien.

Cuando intentamos ver qué hay detrás de ellos ni vemos a Cahun ni a Sherman. Tanto cambio da por resultado jugar al despiste con el espectador.

Pero llegamos a los exploradores del cuerpo.

Frantisek Drtikol busca el arte en el femenino. Realiza una fotografía en blanco y negro, de poderosos efectos vanguardistas que  distorsiona la imagen o la envuelve en un halo de niebla, metaforiza sus curvas creando paisajes de piel y carne, las convierte en objetos de dos dimensiones y las dota de un nuevo sentido. la que tenéis a la derecha tiene un título que suena a poesía Ola de nieve de mujer en luz, es de 1938.
El cuerpo desnudo de una mujer me recuerda a una de las 36 vistas del monte Fuji de Hokusai, el de Jornada limpia con viento del sur de 1830-32. La blancura del monte nevado, y el título...¡Ah! ese título que es el de otra de las vistas: La gran ola de Kanawaga.







Pero no puedo evitar poner a otro gran ilusionista del cuerpo femenino, Andre Kertesz. Una serie de desnudos llamada Distorsiones, crea este universo, un tanto peculiar. Utiliza las lentes deformantes para crear casi una abstracción. Esto lo lleva   cabo a partir de 1930, después de hacer en 1917 una fotografía de un hombre bajo el agua y ver cómo su cuerpo quedaba deformado.

La foto que os he puesto es una mujer agachada con los brazos y las piernas en el suelo, las piernas y los brazos se estiran y nos resulta difícil comprender dónde están cada una de las partes del todo. Este fotógrafo formó parte del grupo dadaísta y está claro que su fotografía tiene muchas deudas con la vanguardia, pero del que verdaderamente tiene deudas es del trabajo que realiza Picasso con el cuerpo femenino.

Os he puesto este cuadro que me gusta mucho porque se llama Desnudo sobre fondo blanco, de 1927 y que tiene un título deudor de Malevich. Está claro que las inspiraciones van y vienen como el polen que hace crecer plantas en los lugares más recónditos.
También tengo que hablar de Man Ray, es obligación. Como es un autor que vive la vanguardia, la metáfora es una de sus pasiones. Aúna metáfora y extratextualidad en un solo concepto para hacer un maravilloso y divertido retrato de una espalda femenina. Se llama El violín de Ingres, de 1927 y en ella aparece Kiki de Montparnasse de espaldas.


Es uno de los casos en los que prefiero la interpretación al original. No es la única obra que voy a elegir de este fotógrafo. En otra de 1928, que se llama Blanco y Negro, volvemos a ver el cuerpo de la mujer interpretado: ahora como una máscara africana. Es muy normal, ya lo había hecho Picasso en la llamada etapa negra, Las Señoritas de Avignon, es una de las pruebas más concluyentes.

Pero aquí veo que no es eso a lo que me recuerda. Si me fijo bien en la cara de la mujer tratada con esas formas tan nítidas, tan puras, como dirían hoy casi minimalistas se me ocurre que Brancussi es el elemento de unión.

Se supone que es el retrato de una baronesa, pero eso nos da igual. Se llama La musa dormida y es de 1910, luego anterior a la de Ray y, por lo tanto, otra inspiración.
 La nariz, los ojos y la boca tan perfilada e incluso el cabello recogido  no deja dudas. En todas estas últimas fotografías hemos notado que, a pesar de que en algunas haya un retrato, el cuerpo de la mujer se ha quedado como eso, cuerpo. Lo físico, lo corporal y su trabajo de búsqueda de lo que ello nos puede sugerir.






Para llegar a ver el cuerpo humano masculino en este sentido, hay que esperar a Robert Mapplethorpe, que es el objeto de esta entrada. En París se hace una retrospectiva de su trabajo fotográfico, cuyo principal objeto es el que hemos planteado y lo relaciona en el Museo Rodin con esculturas de este autor, tal y como lo estamos haciendo aquí con el resto de los fotógrafos.

Y algo de parecido puede tener esta fotografía con El pensador de 1900. Mientras que este torso de Marsyas (The falling man) puede tener su eco en la obra de Mapllethorpe. La visión del autor es de temática claramente sexual, en general y, por ello, causó gran escándalo. Pero en su fotografía no podemos dejar de ver su buen hacer como fotógrafo.
Os pongo otras obras y algunas 
comparanzas que bien podrían estar en la misma exposición. La obra de Hipólito Flandrin, Hombre joven desnudo de 1855 está en el Louvre y recuerda las fotografías de nuestro autor americano.












Por otro lado, el Díscobolo de Mirón puede ser la base para esas otras obras en las que el cuerpo  se retuerce. Es otra manera de mirar la poesía de la fotografía de este autor. Ahí os dejo para que lo penséis.





 

Dedicado a Maná S., que se ha pasado la vida estudiando para mejorar el cuerpo de los demás aunque el suyo le haya dado algún que otro susto.


Licencia de Creative Commons
El cuerpo como tema poético en fotografía by Marian Suárez orive is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 4.0 Internacional License.

jueves, 20 de marzo de 2014

Existencialismo: 4 vías de aproximación para 4º

Como lo prometido es deuda voy a publicar este Prezi realizado por Alberto Suárez Nogueira para mis clases de 4º. La suerte de contar con él para explicar un primer acercamiento a este mundo fue mucha y, si se puede, me gustaría volver a contar con él en futuras ocasiones. Lo volveremos a utilizar en la literatura de mediados del XX (en España y Europa)

domingo, 16 de marzo de 2014

Jean Fouquet y las columnas salomónicas de ¿Bernini?

Ahora que está en el Museo del Prado una de las tablas del Díptico de Melún, maravillosa obra de Jean Fouquet viene a mi memoria un pequeño trabajo que hice para la asignatura de Manierismo en Europa. Jean Fouquet realizó un formidable libro de horas para Etienne de Chevalier y en él representó en varias ocasiones el templo de Jerusalén, llamado también el de Salomón.

Se trata de una representación de Herodes, el Grande, en la toma de Jerusalén en donde se aprecian las columnas, que se han dado en llamar "salomónicas" por ello  mismo.





















En la lámina de la derecha vemos las mismas columnas en la entrada de Pompeyo a Jerusalén  y nuestra sorpresa es mayúscula cuando las volvemos a contemplar en las bodas de La Virgen María y San José.
El libro está realizado entre 1452 y 1460. De sobra es conocido el viaje que realiza a Italia entre 1443 y 1447. Allí contactó con los grandes autores del renacimiento y entre sus destinos se encontraba Florencia, pero también Roma. 


En primer lugar creo que a nadie se le escapa que las columnas salomónicas que aparecen en el templo tienen un gran parecido con las que realizó Bernini para San Pedro del Vaticano, que estaría siendo el Nuevo Templo de Jerusalén. Pero el encargode esta obra fue de 1624 con lo que difícilmente pudo haber sido esta la fuente de Jean Fouquet.




Los antecedentes directos de estas columnas pueden ser las que se encuentran en el propio Vaticano y que realizara Rafael para los tapices llamados sixtinos en 1514 -1515, sobre todo en el de La curación del tullido en donde se aprecia estas columnas. Las realizaron los talleres de Pieter Van Halst en Bruselas. Y fue codificado con el nombre del sexto orden por Vignola.

Hay otras parecidas del taller de Rafael que realizara Julio Romano y Francesco Penni en la Sala de Costantino La donación de Roma. Pero son posteriores a estas.





















Paolo Ucello las utiliza cuando representa el templo de Salomón en la catedral de Prato en La presentación en el templo pero la diferencia es que son columnas torsas sin más y desde luego se parecen más las de Rafael a las de Fouquet.




La aparición de las columnas salomónicas en obras de los más grandes artistas para representar el templo de Salomón se hace usual como lo demuestra la tabla para tapices de Rubens titulada
El triunfo de la Iglesia. La iglesia es el nuevo templo de Salomón como ya he dicho anteriormente y en esta tabla se aprecia cómo a cada lado hay dos columnas muy parecidas a las de Bernini y, por lo tanto a las de Rafael.










Por otro lado la colocación de los caballos recuerda aquellos de Paolo Ucello en las distintas versiones de La batalla de San Romano y también la colocación de los personajes que están luchando. Es de 1456.






Lo más parecido a la figura de Herodes es el personaje central de otra versión de la Batalla, la del contraataque de Micheletto da Cottignola.







El rey sobre su caballo  recuerda el monumento a Trivulcio que hizo Leonardo 1508-10. O al condotiero Colleoni o al Monumento Funerario de Nicoló da Tolentino de Andrea del Castagno, en donde se ve que el caballo levanta una de las patas y tiene que ver con la estatuaria ecuestre romana.Pero como este es coetáneo de la obra de Fouquet debemos otra vez considerar que el modelo es Ucello. El monumento funerariode Giovanni Acuto, es decir, John Hawkwood, es de 1436.













Hay en esta época un gusto por representar caballos en distintas posiciones y en actitudes, que deriva de un estudio sistemático de la naturaleza y eso no sólo se aprecia en el renacimiento italiano sino en los flamencos. Memling Crucifixión. Pero como es de fines del XV la influencia se hace al contrario, es decir, los italianos y los que han viajado allí han traído el gusto por las actitudes cambiantes de los caballos.

En su relación con Fray Angelico, ya que estuvo en Florencia y contactó con él,  pudo tener conocimiento de las figuras en primer término de la Coronación de la Virgen o la de Lorenzo Mónaco en la Adoración de los Magos, 1421.






 








La figura arrodillada tiene la toga de tipo clásico que es característica del renacimiento italiano.
El uso de los dorados lo alejan de la modernidad del renacimiento y lo acercan al goticismo que hay en Francia o al que permanece en algunas obras de Angélico o en los flamencos.

Hay un parecido interesante entre la obra de Fouquet y la de Angélico en La matanza de san Cosme y san Damián. 1438-40 Tabla que está en el Museo del Louvre. Este mismo tema ya lo había tratado en la predella del retablo de Annalena de 1438-40.






El empaque de las figuras desnudas recuerdan las italianas de Masaccio en la capilla Brancacci, 1424-5, porque no encuentro figuras desnudas de este tipo en Flandes.

Además la colocación de edificios para ayudar a enmarcar la escena es típica también de Italia y se puede ver en Masaccio pero también en Fray Angelico. Aunque tengan relación con el paisaje que tiene alrededor. Os pongo el Bautismo de los Neófitos que es un caso muy claro de este tipo de desnudos.

La fuente recuerda la de Jan Van Eyck en el Políptico del Cordero Místico con el sentido ascensional que parece haber aunque se trata de una tabla en donde se intenta captar la profundidad. 

Sin embargo se me hace muy difícil enlazar la obra del francés con la flamenca porque una vez que volvió de Italia, se dedicó a su oficio en la ciudad de Tours y no volvió a salir. 

Lo que se solía hacer es un viaje de estudios a Italia, que, en esas fechas estaba adelantada en el desarrollo de las artes y de las ciencias, de hecho la obra de Fouquet se suele estudiar en el Gótico y la de los autores con los que la relacionamos son renacentistas. 

Con todo ello quiero dejar claro que Fouquet en su viaje se trae ideas de los grandes autores del renacimiento que luego adapta  a sus obras aunque el gusto gótico seguramente fuera impuesto por los comitentes, que no habían viajado. Que las columnas salomónicas de Bernini, que siempre se dice que las inventa él ya estaban más que inventadas aunque él las esculpe para el baldaquino de San Pedro del Vaticano con la misma fuente que Fouquet. Y que un autor no deja de ser magnífico aunque se haya inspirado en otras obras anteriores porque lo importante es que se hace una "recreación". Como ya he dicho anteriormente...Nada sale de la nada.




Dedicado a los incondicionales que van a los museos conmigo, en especial a los de 4º ESO.





jueves, 13 de marzo de 2014

Que manía de fotografiarse con la muerte

Leo en el periódico del día 11 de marzo una entrevista a Juan Rubio y al ver su foto, me danza la memoria hacia Gregorio Marañón en una foto de 1908 que tenía también un esqueleto. Me parece que la foto era curiosa. El entrevistado tiene casi la misma postura que ese esqueleto vestido elegantemente que apenas sabemos qué papel tiene en la fotografía. 

En el caso de Gregorio Marañón lo tenemos claro: se trata de un amigo muy cercano a este médico tan ilustre y podemos decir que muy culto puesto que lee el mismo libro que el de carne y hueso. Es el prototipo de cadáver exquisito que lee y va a las tertulias aunque no bebe vino blanco, que dirían los surrealistas. Lejos de parecer de este "ismo" nos parece un señor muy serio porque interactúa con el joven, quizá le enseñó todo lo que supo después. No creo que nos tengamos que parar en las interpretaciones profundas.

Me ha parecido siempre que este señor tan serio en sus ensayos e investigaciones debía ser un tipo muy gracioso cuando está casi a la altura de uno de los grandes gamberros de la historia del arte, Dalí, que también llegó a retratarse con una calavera.

AGregorio Marañón en una imagen de 1908. / 
Foto: Archivo Belén Marañón Moya
En la imagen que he escogido vemos al pintor en primer plano y siete mujeres que están formando la calavera. La foto es de Philippe Halsman de 1951, conocido por sus muchas fotos de personajes importantes de la vida cultural y cinematográfica. Lo que se hacía aquí es una imagen típicamente surrealista, de esas que gustaban tanto al autor. Se trataba de un "tableau vivant" o cuadro vivo, que una vez fotografiado se desmontaba. Ser efímero no lo relaciona con la idea de vanitas tan propia de esos retratos con cráneo como aquellos de Frans Hals.¿O sí?
















En el caso del cuadro del holandés no sabemos si es la calavera de Yorik (algunas veces se ha pensado quizás erróneamente que el tema era un joven representando el papel de Hamlet ) o lo que de verdad puede significar, que es el tópico de Vanitas o del Memento Mori. Parece que el tema no se le ocurre a él, era famoso en el grupo llamado Caravaggistas de Utrecht y en el resto de los pintores de todos los tiempos. El mismo Hals retrata a otro señor de la época prácticamente igual.

De 1660 es este retrato de un jovencito que debe estar riéndose del Memento Mori porque, aunque parece que señala la calavera, no lo hace, no. Le está metiendo el dedo en la nariz o, al menos, lo parece.  Quizá le han pillado en un gesto que no es muy elegante y por eso mira asustado.

De las mismas fechas es otro cuadro muy interesante. Es un autorretrato del pintor Antoine van Steenwinkel en el que aparece un tema que me gusta mucho, el de los espejos y cuyo significado es interesante en este siglo. Refleja el difícil punto de unión entre la realidad, el espacio donde se encuentra el espectador y la ficción, aquí representada por el espacio pictórico del cuadro. Todo unido en el concepto del espejo que mete en el cuadro lo que debe quedar fuera de él. Con todo ese "ilusionismo" no se nos debe pasar desapercibido que ha colocado una calavera y un reloj de arena. Todos sabemos que al tópico anterior se le suma el del Tempus fugit que es también muy del gusto de los señores barrocos.
Sí, pero pasamos de los barrocos a otros que no tienen esa manía del paso del tiempo y de la fugacidad de la vida terrenal, los más modernos, que siguen con la manía de retratarse con los esqueletos.

Andy Warhol en 1978 se hace un autorretrato con una calavera sobre la cabeza. A mi me da que la interpretación de Vanitas o de Memento Mori queda bastante desangelada aquí. No creo que haya ni que pensarla. Lo más normal es tomarla en el sentido que tiene el retrato de Dalí. ¿Que nos lleva a pensar en la muerte? Si, claro. Pero que sea una advertencia para que lo consideremos es otra cosa.

El concepto de transgresión o de provocación es el que se ajusta más a la personalidad del Arte Pop si es que éste ha sido alguna vez realmente transgresor o provocador, que se puede uno equivocar.

La que sí es transgresora y provocadora y lo intenta de verdad es Marina Abramovic, a la que se le queda corta la calavera y decide retratarse con el esqueleto completo. Se desnuda, hace una "performance", y se vuelve a retratar, ya vestida de negro, con un esqueleto sobre los hombros. En la representación se tumba con él sobre ella y durante un tiempo se dedica a respirar. No es fácil saber qué nos quiere decir esta mujer que ha hecho de su cuerpo el objeto de su estudio y de sus representaciones. Yo lo quiero interpretar como la exteriorización de lo que hay en nuestro interior, que puede ser lo humano pero también lo espiritual. En tiempos en los que creer que tenemos alma ya no se lleva, lo que nos queda es esa jaula de huesos que es lo que nos soporta. Aquí la jaula está, por fin, fuera y nosotros estamos dentro.

Hay que tener en cuenta que el esqueleto tiene siempre la misma forma que el cuerpo de Marina y se mueve a su compás.




















Uno de mis favoritos es Nicolás de Lekuona, que en 1935 realiza este maravilloso fotomontaje en el que un corredor se enreda en el hilo que sujetan las Parcas con sus manos. La calavera vuelve a aparecer. Nicolás, cuya cortísima vida es interesantísima, utiliza este recurso en más de uno de sus collages. Lo mismo que la máscara que, aunque tiene un significado diferente, es otra cara de la misma moneda. En el otro fotomontaje vemos un autorretrato con máscara fragmentado en la que va a ser una de sus últimas obras. Es de 1936 y muere al comienzo de la Guerra Civil. Estaba tan cerca la muerte que no necesitó retratarse con una calavera, ya era él mismo una de ellas.

Sin embargo lo hizo, porque es una manía como otra cualquiera.Y aquí os la dejo para que disfrutéis.



Pero puestos a elegir algo con lo que hacerme un retrato me quedaría con el gusto de Ramón Gómez de la Serna, que prefería una muñeca. La verdad es que mucha conversación no le daría pero a Ramón eso no lo preocupaba con lo buen orador que era.

Sin embargo, aunque no se retrató con ella, sí que dejó un lugar en su  despacho para la calavera. En la foto de la derecha podemos ver un cartel que pone "Peligro de Muerte" y la típica calavera con las tibias cruzadas.

Dedicado a Enrique Gómez de Salazar, jr, que hoy ha aparecido en mi clase de literatura con una sudadera con una calavera...¡Qué manía!